martes, 2 de marzo de 2010

Tobas: Miseria sin fin

Tobas: Miseria sin fin



Les pido que por favor lean esta nota. Son solo son 5 minutos de sus vidas, les pido que estos 5 minutos los dediquen a tomar conciencia de lo que pasa y nadie dice nada.
Un genocidio encubierto, desde hace 500 años hasta el dia de la fecha. Si no me creen, lean:


Argentina - Chaco: Tobas, miseria sin fin







En estos tiempos el Chaco concita la atención de todo el mundo. Prensa y televisión global vienen a mirar los estragos de la desnutrición que afecta a miles de aborígenes en los bosques que se conocen -ya impropiamente- como El Impenetrable.

Mi colega y amiga Cristina Civale, autora del blog Civilización y Barbarie, del diario Clarín, me invita a acompañarla. No es la primera invitación que recibo, pero sí la primera que acepto. Rehusé viajar antes de las recientes elecciones, porque, obviamente, cualquier impresión escrita se habría interpretado como denuncia electoral. Y yo estoy convencido, desde hace mucho, de que la espantosa situación socioeconómica en que se encuentran los pueblos originarios del Chaco, y su vaciamiento sociocultural, no son mérito de un gobierno en particular de los últimos 30 o 40 años (los hubo civiles y militares; peronistas, procesistas y radicales) sino de todos ellos.






Primero nos detenemos en Sáenz Peña, la segunda ciudad del Chaco (90 mil habitantes), para una visita clandestina -no pedida ni autorizada- al Hospital Ramón Carrillo, el segundo más importante de esta provincia. Civale toma notas y entrevista a pacientes indígenas en las salas de Tisiología, mientras yo recorro los pasillos mojados bajo las infinitas goteras de los techos, y miro las paredes rotas, despintadas y sucias, los patios roñosos y un pozo negro abierto y rebalsando junto a la cocina.

Aunque el frente del hospital está recién pintado, detrás hay un basural a cielo abierto en medio de dos pabellones. Vidrios y muebles rotos, escombros, radiografías, cascotes y deshechos quirúrgicos enmarcan las salas donde los pacientes son sólo cuerpos chupados por enfermedades como la tuberculosis o el Chagas. Me impresiona la mucha gente que hay tirada en los pisos, no sé si son pacientes o familiares, lo mismo da.







Una hora después, en el camino hasta Juan José Castelli -población de 30 mil habitantes que se autocalifica "Portal del Impenetrable"- la desazón y la rabia se perfeccionan al observar lo que queda del otrora Chaco boscoso. Lo que fue imperio de quebrachos centenarios y fauna maravillosa, ahora son campos quemados, de suelo arenoso y desértico, con raigones por doquier esperando las topadoras que prepararán esta tierra para el festival de soja transgénica que asuela nuestro país.





Entramos -nuevamente por atrás- al Hospital de Castelli, que se supone atiende al 90 o 95 por ciento de los aborígenes de todo el Impenetrable. Lo que veo allí me golpea el pecho, las sienes, los huevos: por lo menos dos docenas de seres en condiciones definitivamente inhumanas. Parecen ex personas, apenas piel sobre huesos, cuerpos como los de los campos de concentración nazis.

Una mujer de 37 años que pesa menos de 30 kilos parece tener más de 70. No puede alzar los brazos, no entiende lo que se le pregunta. Cinco metros más allá una anciana (o eso parece) es apenas un montoncito de huesos sobre una cama desvencijada. El olor rancio es insoportable, las moscas gordas parecen ser lo único saludable, no hay médicos a la vista e impera un silencio espeso, pesado y acusador como el de los familiares que esperan junto a las camas, o tirados en el piso del pasillo, también aquí, sobre mantas mugrientas, quietos como quien espera a la Muerte, esa condenada que encima, aquí, se demora en venir.







Siento una furia nueva y creciente, una impotencia absoluta. Le pregunto a una joven enfermera que limpia un aparador vidriado si siempre es así. "Siempre", responde irguiéndose con un trapo sucio en la mano, "aunque últimamente han sacado muchos, desde que empezó a venir la tele".

Es flaquita y tiene cara de buena gente: se le ve más resignación que resentimiento. Son 44 enfermeros en todo el hospital pero no alcanzan para los tres turnos. Trabajan ocho horas diarias cinco días por semana y cobran alrededor de mil pesos los universitarios, y menos de 600 los contratados, como ella. Los días de lluvia los techos se llueven y esto es un infierno, dice y señala los machimbres podridos y los pozos negros saturados que revientan de mierda en baños y patios. Y todo se lava con agua, nomás, porque "no tenemos lavandina".







Camino por otro pasillo y llego a Obstetricia y Pediatría. Allí todos son tobas. Una chiquilla llora ante su hijo, un saquito de huesos morenos con dos ojos enormes que duele mirar. Otra joven dice que no sabe qué tiene su nena pero no quiere que muera, aunque es obvio que se está muriendo. Hay una veintena de camas en el sector y en todas lo mismo: desnutrición extrema, mugre en las sábanas, miles de moscas, desolación y miedo en las miradas.

Después viajamos otra hora y el cuadro se hace más y más grotesco. Paramos en Fortín Lavalle, Villa Río Bermejito, las tierras allende el Puente La Sirena, los parajes El Colchón, El Espinillo y varios más. Son decenas de ranchos de barro y paja, taperas infames donde se hacinan familias de la etnia Qom (tobas). Todas, sin excepción, en condiciones infrahumanas.







Digan lo que digan, estas tierras -más de tres millones de hectáreas- fueron vendidas con los aborígenes dentro. Son varios miles y están ahí desde siempre, pero no tienen títulos, papeles, ni saben cómo conseguirlos. Los amigos del poder sí los tienen, y los hacen valer. El resultado es la devastación del Impenetrable: cuando el bosque se tala, las especies animales desaparecen, se extinguen. Los seres humanos también.

Y aunque algunas buenas almas urbanas digan lo contrario, y se escandalicen ciertas dirigencias, en el ahora ex Impenetrable chaqueño palabras duras como exterminio o genocidio tienen vigencia.










Desfilan ante nuestros ojos enfermos de tuberculosis, Chagas, lesmaniasis, niños empiojados que sólo han comido harina mojada en agua, rodeados de perros flacos, huesudos y ojerosos como sus dueños. Se llaman Margarita, Nazario, Abraham, María y lo mismo da. Casi todos dicen ser evangelistas, de la Asamblea de Dios, de la Iglesia Universal, de "los pentecostales" o "los anglicanos".
Involuntariamente irónico, evoco a Yupanqui: "Por aquí, Dios no pasó".

Al caer la tarde estoy quebrado, roto, y sólo atino a borronear estos apuntes, indignado, consciente de su inutilidad. Al partir de regreso veo en un caserío un cartel deshilachado por el sol:

LOS TOBAS

Pese a que designa desde hace centurias a una de las parcialidades más típicas del Chaco el verdadero gentilicio de estos aborígenes era Ntocoit, voz antigua, cuyo significado real se ha perdido.

Los tobas antiguamente habrían abarcado en su ubicación casi todo el territorio de la actual provincia de Formosa y llegando hasta el territorio de los chiriguanos en Salta, quienes le habrán dado el nombre con el cual se los conoce según algunas fuentes históricas.

Según otros autores, fueron los guaraníes los que designaron a los indígenas, que ya se habían introducido en el territorio de la actual provincia del Chaco, con este nombre "Toba", que significaría "frente", por alusión a la costumbre ancestral de los grupos Guaycurú de depilarse la cabellera frontal. La denominación española de "frentones" es la traducción de esta palabra.

Al haberse perdido el nombre genérico real, la denominación "Toba" quedo para la parcialidad hoy designada así.

En el Siglo XVIII fueron empujados del sector occidental por los Matacos, estableciéndose en el sector oriental y desplazándose al Norte y el Sur del mismo. Cuando incorporaron el caballo, estos aborígenes se convirtieron en nómades montados dirigiéndose a atacar a las poblaciones establecidas por los colonizadores y a vivir circunstancialmente del pillaje.

En el Siglo XIX también pusieron en jaque a las poblaciones santafesinas, incluso llegando con sus correrías hasta la misma ciudad de Santa Fe en 1858.

Actualmente constituyen el mayor de los grupos aborígenes que viven en la provincia del Chaco.

El Gran Chaco Americanoes una región biogeográfica de 1.000.000 de Km² que comparten Argentina, Bolivia y Paraguay.

Es uno de los ecosistemas con mayor diversidad biológica de planeta y el área boscosa más grande del continente después de Amazonas.

En la Argentina, al norte de la Provincia del Chaco se encuentra la zona conocida como El Impenetrable.

El Impenetrable es una de las zonas más aisladas y menos pobladas de la Argentina. Allí los indígenaswichís sobreviven mientras su cultura agoniza.

El río Bermejo es el más importante de esta zona árida donde los cursos de agua no abundan.


El verano es extremadamente caluroso, la temperatura pude alcanzar los 50 grados centígrados. En el invierno los días son templados y las noches frescas. Las lluvias son escasas y se producen en la época estival.

La falta de agua es la preocupación constante de los pobladores.

En las distintas comunidades existenescuelas bilingües donde los niños aprenden en los dos idiomas: wichí y castellano.
Muchas palabras como televisor, celular o computadora no encuentran lugar en el vocabulario indígena.

La deforestación es el principal problema ecológico que enfrenta el monte. En los últimos tiempos las zonas arrasadas por lastopadoras han aumentado en forma alarmante.
En muchas áreas la vegetación nativa dejó lugar a plantaciones de soja. Con la deforestación rápidamente llega ladesertificación.

Muchos de los pobladores originarios no cuentan contítulos de propiedad. La tierras figuran como fiscales y son manejas por la oficina de “Colonización” del gobierno provincial. Algunos pobladores comentan que el gobierno maneja a su antojo la entrega de tierras. Y afirman que el campo más grande de la zona pertenece a extranjeros.


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